miércoles, noviembre 07, 2007

Red Red Car

"Red, red wine. Go to my head, make me forget that I still need him so. Red, red wine. It's up to you. All I can do, I've done. But memories won't go. No, memories won't go." * (Neil Diamond, readaptado).
Esos capítulos que no se cierran en el momento, y vuelven en sueños para mostrarnos que ni soñando los vamos a cerrar.
Días y días en los que, camino a la facultad, veía aquel auto rojo estacionado siempre en la misma cuadra. Y como todo en la vida se parece un poco a otra cosa que ya vimos antes, ese auto tenía su doble en mis recuerdos. Su gemelo con historia, con evidencia empírica. Un gemelo que me acechaba, fantasmal, entre los registros que mi memoria guardó de un tiempo en el que caminé sobre nubes. Ver el auto, me llevaba "inevitablemente a...". A recordar a su doble. Según el nivel en el que mi umbral de dolor se colocara al toparse con el automóvil, yo evaluaba cuán superada, o no, estaba la cuestión que oprimía mi desolado corazón. Lo curioso fue constatar que, a medida que la vida me arrojaba hacia nuevas experiencias, el auto -siempre en la misma cuadra, día tras día- comenzaba a evidenciar abolladuras, impactos lo bastante serios como para cuestionar su viabilidad en tanto medio de locomoción. En fin, estaba más cerca del desarmadero que del turismo carretera; y fue entonces cuando empecé a pensar que, en algún lugar de mi cabeza, su doble también estaba muriendo de a poquito.
En los últimos dos meses, el auto -que se había ido mostrando cada vez más destartalado-, desapareció. Desapareció sin que yo llegara a reparar en ello. Así, de repente. También su doble se había ido fugando de mi cabeza, de tanto en tanto, progresivamente, sin que yo lo notase. Hasta que me di cuenta. La cagada es cuando nos damos cuenta en voz alta... el que nombra, hace existir. Y no es porque seamos pájaros de mal agüero pero, venga, que eso es llamar a la mala suerte de acá a la China. Tal es así que, ni bien se me ocurrió pronunciar la maldita frase delante de una amiga, esa mismísma noche, se me apareció el gemelo malvado en sueños. Después de siglos y siglos. Volvía por la puerta grande, haciéndome caminar por la vía lactea y yo era, definitivamente, la persona más feliz del universo.
Al otro lado de ese universo, quien se despertó a la mañana siguiente, fue una mujer terriblemente desilusionada. Desilusionada por no poder seguir soñando. Desilusionada por creer en cosas que no existen. There ain't no cure for love, diría Leonard Cohen. There is a cure, digo yo. Sólo que no se anima a curarme del todo. Aire, aire. Buenas trasnoches.
* Vino tinto, tinto. Sube a mi cabeza. Hazme olvidar que todavía lo necesito tanto. Vino tinto, tinto. Está en vos. Todo lo que puedo hacer, lo hice. Pero los recuerdos no se van. No, los recuerdos no se irán.

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