lunes, junio 12, 2006

Waterloo Bridge



C.C. Borges, expo documental sobre Puig con su correspondiente ciclo de films. Siento cierta empatía hacia Manuel y su devoción por las divas de los '40, especialmente hacia Vivien Leigh. Hoy fui a recorrer la muestra y me quedé viendo una de las pelis, con esta misteriosísima morocha a la cabeza. Se trataba de una de las pocas películas que la tienen por protagonista que me quedaban sin ver. Ahora puedo decir que vi su filomgrafía básica. Y la vería otras mil veces más. Pero ésta llamó mi atención por su intenso objetivo moralizador. Recuento brevemente la trama: Tenemos al Londres del estallido de la segunda guerra como escenario. Myra (V.Leigh) es una bailarina -de ballet- en una compañía de no muy alto vuelo. Conoce por accidente, en el medio de alarmas antiaéreas sobre el puente Waterloo, al capitán del ejército Roy Cronin (R.Taylor). El amor nace furtivo, apasionado (pero no tanto, recordemos la estricta censura de la época). Roy tiene sólo 48 hs en la ciudad y le propone casamiento. Myra acepta, sin poder creer su suerte. Durante toda la película, Roy hace mención al "derrotismo" característico de su amada, quien, a pesar de su increíble belleza y juventud, es poseedora de un pesimismo insuperable al que gusta llamar "realismo". Myra siente que la suerte no nació con ella, y por eso la suple con un amuleto (parecidísimo al Sr. Malvavisco de los Cazafantasmas). El amuleto es una pieza clave, dependiendo de cuál de los protagonistas lo lleve en sus manos. Vayamos al grano. Roy tiene que partir antes de lo pensado, el casamiento se frustra, Myra pierde su trabajo en la compañía de baile y ahora se encuentra en Londres sin trabajo y sin amor. Triste el porvenir de la muchacha. Mucho más triste aún cuando los obituarios le informan que su hombre ha caído en el frente. Ella cae en una terrible depresión (o enfermedad, en fin, no queda muy claro así que sólo lo suponemos) y su compañera de cuarto, la dulce Kitty sale a prostituirse para conseguir el pan de cada día (esto también lo suponemos, porque en toda la película se evita mencionar el tema... ¡grandes maestros de la sugerencia!). Cuestión, Myra termina corriendo la misma suerte, la calle londinense está muy dura y esa es la única salida. Un día, buscando clientes por la estación Waterloo, la mujerzuela se topa con Roy, quien (¡oh, milagro!) no había muerto del todo en el frente y ha vuelto dispuesto a casarse de una vez por todas. Myra sabe que su nueva condición la aleja bastante de ser honorable merecedora del enlace con el aristocrático capitán, pero -por una vez en la vida- cree que la suerte es para ella, y decide "vivir". Sigamos. Presentación en sociedad, todos la adoran, Myra es tan bella y luce tan "pura". Sin embargo, la pobre diabla no puede vivir con su pecado, el pasado la atormenta, y Roy es tan, taaaan limpio (en la familia del capitán todos son nobles buenos, multimillonarios, progresistas y generosos, su mamá es voluntaria en la Cruz Roja, etc). Frente a esto, Myra confiesa la mancha a su futura suegra (otra vez entre miles de gestos que no hacen más que sugerir, y nosotros pues, adivinar) y decide retirarse lo más pronto posible de la vida de su amor, con la condición de que él jamás conozca la verdad. Obviamente, Roy (tras leer una breve nota lacrimógena y desgarrada) sale corriendo en su búsqueda. Primero busca a Kitty, quien -entre un montón de nuevas oraciones sin terminar, y paseos por antros del bajo Londres- le hace conocer la vida que Myra llevaba en su ausencia. Mientras, otra secuencia nos muestra a Myra paseando por el puente de Waterloo, pensando en la suerte que la esquiva, y cuán ilusa fue al creer que existía algún futuro para una mujer impura como ella. Y acá, la mejor seguidilla de cuadros vista en el esplendor de la sugerencia (¡ni la muerte altruista se salva!). Myra ve los camiones de la Cruz Roja avanzar sobre el puente, uno a uno (¿quizás la imagen de su suegra, de la tradición que casi osó manchar?). Uno a uno, los enfoques de los ojos azules (inapreciables en el blanco y negro) se superponen con los faroles de los camiones. Uno a uno, hasta que un par de faroles se nos viene encima. O encima de Myra, mejor dicho. La chica se muere, el amuleto queda tirado en el asfalto. Tiempo después, la cámara nos muestra al capitán Roy Cronin recordándola sobre aquel puente, acariciando entre sus dedos el pequeño amuleto. The End. Moraleja: la chica impura se redime arrojándose bajo cuatro ruedas, porque ni ella (ni la sociedad) puede tolerar semejante depravación. Esas cosas, ni el amor las cura. Hay muchas más lecturas, pero no quiero que este post se vuelva eterno. Dejémoslo ahí. Qué grande Manuel, qué grande Vivien. Buenas noches.

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