miércoles, diciembre 01, 2010

Splendor in the grass*


"...Though nothing can bring back the hour
Of splendour in the grass,
of glory in the flower,
We will grieve not, rather find
Strength in what remains behind
...".
William Wordsworth, Splendour in the grass.


Deanie Loomis (Natalie Wood) ama a Bud Stamper (Warren Beatty). Están entre ese amor adolescente de un perfect-match estético (ambos son, por lejos, lo más escandalosamente bonito de la época) y la madurez de una pasión que, de no ser por los obstáculos asociados a la autoridad - el empecinado padre de Bud y la pacata madre de Deanie-, bien podría llegar al altar.

Interesado en la noche de bodas por encima de cualquier proyecto familiar, Bud pretende hacerse cargo del rancho de su padre y esquivar los estudios universitarios para casarse con Deanie lo más pronto posible. Deanie, confundida por el profundo deseo que la liga a Bud, debe acallar su sed de consumación frente al aviso de la señora Loomis (madre de Deanie) acerca de cuan inapropiado es que una mujer decente disfrute de las noches de alcoba. Aterrado por la idea de que su hijo no asista a Harvard, el señor Stamper (padre de Bud) presenta a su hijo la opción de sacarse las ganas con la chica más fácil de la secundaria y dejar atrás a su casta -pero deseosa de ser corrompida- novia.
En unos pocos minutos de película, Bud se convence de tomar la "vía" rápida -la chica fácil- y Deanie sufre un colapso nervioso que la obliga a ser encerrada en una institución mental por un puñado de años. Nunca entedí del todo la docilidad moral de Deanie -venga, era más fácil entregarse que terminar volviéndose loca- y Bud me pareció excesivamente influenciable y conservador -valía acostarse con la muchacha veloz, pero desvestir a Deanie era deshonrarla-.

Previsible o no, el final dista de ser feliz para la pareja: Bud vuelto al rancho con una nueva mujer e hijos, Deanie pronta a casarse con un ex compañero del internado. Sin embargo, gozarán del privilegio de permanecer, uno en el recuerdo del otro y viceversa, con la frescura de un amor inconcluso, añorado, perdido. Aquello que no pudo ser tendrá, necesariamente, esa fuerza.
Aunque nada pueda devolvernos la hora de esplendor en la hierba. Buenas noches.


*Splendor in the grass, Elia Kazan, 1961.

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