jueves, septiembre 10, 2009

Una pierna sobre la mesa

Al hombre más cómicamente lindo de mi mundo.

Una tarde de domingo, hace algo así como cuatro años, me topé con una sección del suplemento Radar del diario Página/12 que se titulaba "Lo que sabe..." y era asignada a un personaje célebre distinto cada domingo. Muchas veces, se elegían fragmentos de alguna autobiografía, anécdotas, etc.

Aquel domingo 21 de agosto de 2005, fue el turno de China Zorrilla¹. En este caso, se habían elegido fragmentos de una entrevista radial en la que Zorrilla versaba sobre diversos tópicos, los cuales iban desde la vocación hasta el dinero, pasando también por el amor y la muerte. Llegado el momento de hablar sobre el amor, China decía lo siguiente:

"Yo estaba de novia con un hombre muy encantador, y me iba a casar con él, y de golpe me di cuenta de que si me casaba con él iba a dejar de hacer teatro. Por cómo era él, y cómo era su familia, un poco a la antigua, cuando yo hacía un espectáculo a ellos no les gustaba, y rompí. Fue una decisión sensata. Yo no veía mi futuro sacándome el oxígeno de la vida y rompí, y después me enamoré. Y esa vez yo hubiera dejado el teatro, y un brazo y una pierna sobre la mesa con tal de casarme con él. Pero murió. De esto han pasado cuarenta años. Me enamoré muchas veces más, pero como con él no. Yo no soy fisiquera, pero él era el hombre más lindo del mundo. Era cómico de lindo".

Después de leer esa parte, no pude evitar la angustia de imaginar ese amor interrumpido; las renuncias posibles que, finalmente, no tuvieron lugar y resonaban aún después de cuarenta años. Yo tenía unos cortísimos veinte años de edad y, al igual que Media Verónica², apenas podía distinguir el amor de cualquier sentimiento. Supe, en ese mismo instante, que había encontrado una suerte de fórmula mágica para disipar mis dudas: el teorema de Zorrilla. Lejos de los modernos miedos a lo autodestructivo del amor, el teorema de Zorrilla me decía que estar enamorada equivalía a ser capaz de dejar sobre la mesa todo aquello que hiciera falta dejar con tal de estar junto al ser amado.

Cuatro años mas tarde, celebro el año y días de destrucción amorosa que cargo sobre los hombros. No he dejado brazos ni piernas sobre la mesa, pero sí que he perdido la cabeza. Buenas tardes.


¹ http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/6-2456-2005-08-22.html
² Andrés Calamaro.

1 comentario:

lu* dijo...

yo me acabo de dejar a mí misma atrás, no es que no me lo hayas advertido con tus ojazos de reina, iba a suceder y nadie pudo evitarlo. pero ahora que ya estoy de nuevo nueva nos podemos juntar a por unas cervezas. estás con parciales?además, te tengo que contar del festi de mardelplata!