Cola de amor II
Géstase el amor, en las paradas de colectivo. No sé bien cuántas fueron. Pero en todas -o, casi-, lo noté. Caí en la cuenta. Hombres y mujeres. Compañeros de trabajo, de facultad, forzados a pasar no menos de diez o quince minutos esperando. Juntos. Parejas gestadas al calor de una espera pasatista. Conversaciones alimentadas por los rumores del contexto que los reúne, día tras día. Coqueteos, sí. Los que se adivinan en el lenguaje de los cuerpos. Ella se inclina hacia delante, sonríe; él, con un pie sobre el asfalto y otro sobre el cordón, mira al horizonte, canchero. Histeria, pura histeria. Exacerbada por la espera.
Y, cómo no. Cómo no morir un poco por quien vuelve inútil aquella espera, despojándola de su sentido último, al encontrarse uno no esperando más que ese tiempo en el que espera.
Desde arriba del colectivo, rogar que se maten. Que se devoren, ahí mismo. El colectivo va a llegar, y nadie se besa, por primera vez, en los bondis. Es una mersada.
Desafortunadamente, el grueso de aquellas sintonías -una vez llegado el encuentro de los cuerpos-, suele acabar en meras historias clandestinas. Romances paralelos, de segunda mano, que se terminan ni bien uno de los involucrados cambia su domicilio, y se ve obligado a tomar otra línea.
Blue moon, you saw me standing alone, without a dream in my heart, without a love of my own. Buenas trasnoches.
3 comentarios:
antes yo era un bicho más de la ciudad y he de reconocer que esas situaciones que solo se producen en ella (a la vista de todos y a su vez como a escondidas) son de las que más extraño.
un saludo
Cabezona, ¡como me gusta como escribis! Minimo un melodrama juntos. Sos grosa!!!!
Virginia: Escondidas con ese gusto de lo público, que siempre pertenece a quien lo mire.
M., miles de melodramas. Miles.
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