martes, diciembre 04, 2007

Lecturas compartidas

Aversión a los mirones, los curiosos. Al mirar lo que otro está haciendo, debería uno procurar que no se note. El mirón alevoso trasciende la frontera del reojo aceptable hasta convertirlo en un asalto al frágil puente que la persona observada intenta construir con su ser interior. Es mejor, siempre, ser el tercero omnisciente y evitar que nuestra curiosidad impetuosa nos tranforme en co-protagonistas del momento íntimo de los otros. No romper el encanto. Sin embargo, creo aún que hay asaltos que deberían perpetuarse en pos de la sintonía espiritual que los mismos auguran.
Linea D. Ella leía la Barcelona que tenía entre sus manos. El muchacho sentado a su lado -que probablemente nada tenía que ver con la señorita-, ojeaba la revista por encima de su hombro. No parecían notarlo, pero se estaban riendo al mismo tiempo (y quizás de las mismas cosas). Qué pena, pensé. Qué pena que la vida no se parezca a una comedia romántica de los ochenta, donde esos dos terminarían, tal vez, festejando el año nuevo juntos. Buenas noches.

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