viernes, mayo 26, 2006

Por la vereda del sol

Vivo en una calle donde el sol pega de frente a las cinco de la tarde. Entonces, a las cinco, uno camina sobre ámbares hacia un altar que consagra las horas pasadas sin pena ni gloria, tomándonos por infieles parejas de la rutina, desenamorados del viaje de la noche al día. A las cinco, soy reina y princesa de cien metros, de los cincuenta que hay hasta la puerta de entrada. Soy dueña hasta del último rayo sobre la alfombra que se extiende a mis pies, y el sol es mi oscar. O mi oso de oro, mi palma, mi fin, mi todo. Araño un último aplauso. Antes de que entre la noche; antes de que entre la llave en el ojo de la cerradura. Buenas tardes.

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