sábado, diciembre 01, 2012

Crónicas comodorenses I: Aquí todos bien

Me convertí en migrante hace seis meses. Siempre amé mi ciudad natal. Mis apreciaciones sobre Buenos Aires supieron estar muy lejos de las que manifiestan disgusto frente a los ruidos, el tráfico o el ritmo vertiginoso de la gran ciudad. Me gusta el quilombo. El quilombo asociado a los grandes centros urbanos es la expresión más concreta -la cristalización- del conflicto subyacente a toda aglomeración. Es equivalente a decir, en criollo, "no voy a caretearla si, entre nosotros, está todo mal". El conflicto es algo "natural", inherente a la vida en sociedad y, las grandes ciudades, tienen la facultad de ofrecerse como escenario para ese sano y catárquico ejercicio que es el quilombo.
Mi nueva ciudad tiene la particularidad de ser -después de Buenos Aires- la ciudad más quilombera del país. En Comodoro Rivadavia, centro neurálgico de la actividad petrolera nacional, el conflicto está a la vuelta de la esquina. Ciudad heterogénea, reúne trabajadores de los lugares más reconditos de la república, quienes cargan en sus respectivas mochilas una infinidad de prácticas y visiones de mundo que les son absolutamente propias y, a su vez, ajenas a todo el resto. Se podría decir que el único factor común entre todos ellos es el trabajo -o la expectativa de conseguirlo-. En Comodoro nadie caretea. Todo es brutal y concreto. Las interacciones sociales no buscan esconder los intereses reales detrás de lo políticamente correcto. El interés real se sirve de entrada, las cartas están siempre sobre la mesa. Cuando alguien alcanza un nivel de vida considerablemente bueno, su casa adquiere un aspecto suntuoso y sus hijos exhiben frente a sus compañeros de colegio cada nueva adquisición en materia de juguetes y videojuegos, estableciendo un nuevo sistema de clasificaciones sociales al interior del barrio o el aula a través de sus consumos culturales. Lejos de ver esta característica de la ciudad como algo negativo, entiendo que la claridad de principios que rige por estos lares  es algo sumamente beneficioso y a prueba de toda hipocresía. Pero lo suntuoso convive también con el descuido y la dejadez que azotan a los espacios públicos y a los hogares de quienes ven esta ciudad simplemente como un hogar de tránsito.
Otra singularidad de Comodoro, es el hecho de que está emplazada en un extremo de la Provincia del Chubut. Chubut es una provincia que, de no ser por la riqueza hidrocarburífera de -la porción que le corresponde- del Golfo San Jorge (donde se encuentra Comodoro), viviría entre la magra producción de sus valles agrícolo-ganaderos, el dulce -pero improductivo- hippismo de la cordillera, cierta bonanza del turismo madrynense y... pare de contar. En el medio de todo esto, más precisamente en el centro de la provincia, se encuentra la meseta. La meseta tiene algo de far west teñido de ese clima, bioma -o como se diga- tan propio de la mayor parte de la Patagonia Argentina: desierto.
La meseta es un lugar que roza la ciencia-ficción. Alguna vez pensado como depósito de residuos nucleares o, actualmente, como enclave provincial de la minería a gran escala, es una zona caracterizada por la ruralidad y el aislamiento. Hace unos meses, amistades chubutenses me hicieron descubrir un segmento radial propio de las regiones que poseen grandes extensiones de territorio con población rural: los mensajes al poblador rural. Todas las emisoras radiales de la provincia tienen este segmento que suele reunir a las familias de las comunas rurales frente al aparato radiotransmisor varias veces al día. El segmento de los mensajes al poblador rural es escuchado atentamente por todo el público al que está destinado, el cual padece, como rasgo característico, una seria dificultad para comunicarse por otros medios (sea por no poseer teléfonos o, directamente, no tener señal para realizar llamadas). El motivo que atraviesa a los mensajes puede ser muy diverso: desde el extravío de ganado hasta una cita para concretar no sé qué cosa, pasando también por eventos a realizarse en las distintas comunas. Mensajes tales como "Fulanito de Tal le comunica a sus hermanos que se acercará a la tranquera después del mediodía" o "Fulanita de Tal comunica a Fulanito de Tal que el lunes se encontrarán para atender lo acordado", están a la orden del día. Algunas personas avisan a sus familiares que arribarán a tal o cual estación a determinada hora a través de un mensaje emitido en este segmento, y es casi imposible no preguntarse si habrán escuchado el mensaje a tiempo como para ir a buscarlo. También están los mensajes destinados a informarle a familiares sobre nacimientos, el estado de salud de algún ser querido o, simplemente, contarles que se encuentran bien. Este tipo de mensaje suele finalizar con una fórmula preestablecida: "Aquí todos bien". La frase parece casi una regla procedimental, la cual tiene por objeto el tranquilizar a su destinatario y, además, resumir en tan sólo tres palabras un recuento que, de otra manera, podría implicar una hora de relatos al teléfono. Es, en cierto sentido, mágica y encierra, como tal, todo ese universo de estados físicos y emocionales que atraviesa a los habitantes de este territorio:

"Milagros G. y Juan Martín A. comunican a sus familiares y amigos que, después de seis meses en la ciudad de Comodoro Rivadavia, aún se encuentran en pie y entusiasmados. Aquí todos bien".

1 comentario:

Claudia Maria dijo...

Siempre impecables tus crónicas Milita!!!