lunes, mayo 18, 2009

LOBO

“Tanto arte me vomitó encima”, dijo el lobo. Mas el lobo calló. Calló las veces que el arte lo devoró. Pues, verán, no está bien visto que al lobo lo devoren. Él come, él peca, él hinca dientes hambrientos en cuerpos inertes. Pero al lobo no lo devoran.
En todo caso, otro lobo le vomita encima. Le vomita césped triturado, deglutido con restos humanos. Y entonces el lobo se pregunta, “¿a quién pertenecieron los restos?”.
“¿Habrán pertenecido, tal vez, a la joven de muslos perlados que observé desde la niñez, con el sólo objeto de echarle un bocado? Si es así, hermano lobo, te reto a duelo. Has devorado el único objeto de mis noches de plenilunio, el aullido de las doce en cada pernoctada. Yo la amé y la quise mía. La quise mía entre los dientes, entre las garras. Seguí su desfile por los bosques, sus piernas de gacela. Admiré la belleza de su tez lozana entre madreselvas. La vi reposar bajo los árboles en tormentas de verano. Su piel, su blanca piel, tan igualita a mi luna.
Aullé, hermano lobo. Aullé y canté por ella. Lloré por mi condición de fiera, mi tan inútil capacidad de amarla sin romperla. Sin corromperla. Su voz tan dulce apabullando mi aguda desolación. Poseerla. Poseerla y quitarle la vida, sin más. Mi pasión desgarrándola, hasta desaparecerla.
Hermano lobo, fui cobarde y valiente. Su desaparición me auguraba un grato consuelo, ya no la vería. Sutil cobardía. Pero elegí el coraje de saberla libre, viva, nunca mía. Hoy, de un zarpazo has desvirgado el sueño. Rasgaste sus faldas rojas, bebiste su sangre roja. Probaste el inmenso sabor de su carne. Dime, hermano lobo, ¿has hecho una reverencia? Sagrada fue en mis venas, ¿acaso brindaste por ella? Vamos, he de matarte poco a poco. Comiéndote, lamiéndote y, quizás esta noche, la devuelva entera”.
Así, el lobo venga el arrebato. Venga también la suerte de quienes se le adelantaron. En un acto de inspirada creación se retuerce de dolor. Ha comido hasta saciarse. La arcada final; y de su boca brota, sin cauce ni caudal, el amor como un río.

2 comentarios:

lu* dijo...

ES TAN TRISTE.
Sentía todo el tiempo la sensación de huesos, pelos y sangre triturándose entre mis mandíbulas demasiado duras.
(Y eso que no como carne hace millonadas de años)

Unknown dijo...

Muy lindo. Que bien reflejada esa impotencia del lobo, de no poder amar nada sin destruirlo, esa necesidad de destruir en la posesión. Nos leemos un beso!