El hambre
El hambre es más, siempre más. Nunca come uno hasta saciarse. Miedo a agotar el deseo. Miedo a que comer nos sepa ya a nada. No come uno cuando se divierte mucho, no come uno cuando recién se enamora. No come uno cuando la vida sabe a demasiado, porque uno sabe tan poco, que teme perder el sabor de las cosas.
Y es así que no como en las fiestas en las que me divierto mucho, y me levanto al día siguiente, arrepintiéndome de no haber comido. Y es así que como mucho en las fiestas en las que no me divierto tanto, y me levanto al día siguiente, arrepintiéndome de haber ido.
Y es así como, a veces, simplemente no como porque la comida sabe mal, y poco sé de su procedencia.
No saber cuál. Cuál primero. Porque nos gustan todas, y para todas hay paladar y tiempo. Con él primer bocado, saber que hubiéramos preferido la otra. Dejar las cosas por la mitad, abalanzarse sobre la siguiente. Sin poder decidirnos, sentenciar que la tercera será la definitiva. No probaremos más. El dilema: volver a saborear lo conocido, o darle espacio a lo nuevo. Tradición, conservadurismo, nostalgia. En el último bocado, siempre volveremos a lo viejo. Aunque más no sea por despertar el recuerdo de la primera vez que se deshizo en nuestra boca. Buenas noches.