jueves, agosto 14, 2008

Monkey makes the world go round

Cuando pequeña, supe tener una mona de peluche. Mas bien, de una textura extraña, distinta del peluche. La mona parecía de trapo. Tenía un vestido rojo, creo. Rostro de plástico, casi un corazón invertido. En el centro, una nariz negra y ovalada cual aceituna. Evocándola en el recuerdo, ya ni sé porqué le decía "la mona". Sus rasgos distaban bastante de los reconocidos en la familia de los primates. Supongo que fueron mis padres quienes me convencieron de su origen simiesco. En fin.
A los dos años de edad, lugar al que iba, allí llevaba a mi mona. La arrastraba por toda reunión familiar desde City Bell a Bahía Blanca. Su sola presencia, colgando de mi mano, me tranquilizaba. A mi entender, eso era lo más parecido al amor. Para mis padres, un olvido tal como dejar la mona en el departamento cuando salíamos, podía significar una sordera irreversible. Una sordera ocasionada por el concierto de alaridos punzantes y desgarrados que comenzaba ni bien percibía el descuido. Gritos de dolor, gritos de soledad. Mas no siempre notaba la falta de mi mona. Si la corte presente en la reunión era lo suficientemente carismática como para entretenerme durante toda la velada, su ausencia pasaba desapercibida. Sin embargo, bastaba con que alguno de los boludos asitentes al encuentro ignorara las miles de muecas preventivas en las que se deshacían mis padres, y me preguntase por "la mona", para que yo también empezase a preguntarme por ella. El resto era historia. Un llanto desconsolado y la promesa de no volver a perdonar el olvido, seguidos de una cara de culo inmutable.
Así de fuerte era aquello que nos unía. Hasta que un día, casi sin darme cuenta, la empecé a guardar en el fondo del baúl de mis juguetes, y nunca más me acompañó a un evento.
Hace un par de días, sufrí la partida -temporaria- de alguien que bien podría ser el equivalente a mi mona en los tiempos que corren. Dos días después, en el medio de una fiesta, no hicieron más que preguntarme por ella, y mi mundo colapsó de repente. Desprendiose mi presencia de todo sentido frente a su ausencia. Pero esta vez, volver presurosa a casa, a su encuentro, no estaba dentro del margen de lo posible. El baúl está lejos, y todavía faltan unos meses para llegar al fondo. Buenas noches.

2 comentarios:

LeRoi dijo...

Tantas posibilidades desaparecieron, todo el deseo amplificado en la diversidad de sus posibilidades, se marchito.

Chau y espero que encuentres a tu mona.

Virginia dijo...

la mona al fin de cuentas es un objeto...
alguien, es otra cosa
que no decaiga