lunes, julio 21, 2008

Mme B.

Abandonar los brazos del hombre aburrido, caer en los del tramposo. Víctima de los encantos de un ofidio ponzoñoso, Mme B. cae. Cae y cree librarse, en la caída, del yugo de los deberes sociales que la sujetan a la rutina pueblerina. Una rutina que le queda chica. Un final predeciblemente triste, obvio.

Siglo y medio después, seguir tropezando con la misma piedra con la que tropezó la trágica heroína decimonónica. Frágil, sedientas de amor y un lugar en el mundo, volver la lengua viperina del conquistador en un canto gregoriano. Comprar, comprar, comprar. Olvidando que será el propio cuerpo el que se resienta en cada traspié. Que la marca que se inscriba, dolerá cada vez que se la roce. Que el placer se pierde, en manos del goce. Buenas noches.

3 comentarios:

LeRoi dijo...

La fidelidad esta demasiado sobrevalorada. Es una sonsera de un yo demasiado fragil y sobredimensionado. Pero el problemita de Emma nunca fue la fidelidad...

Milita dijo...

No, lo sabemos. El problemita de Emma es que es insoportable. Y tal vez sea cierto lo de la sobrevaloración de la fidelidad, pero sobre lo que intentaba hacer incapié es sobre la manía que tenemso las mujeres de caer en los brazos de los hombres malos, como si eso fuera a salvarnos de una vida común y corriente, de un exceso de "normalidad"...

Milita dijo...

"Hincapié". Perdón. No podía soportar mi propia falta.