domingo, noviembre 19, 2006

Ceremonia

Si alguna vez inventan algo así como un mapeo cerebral de los recuerdos, el sábado 18 de noviembre de 2006 aparecerá en mi cabeza como un estallido neuromusical inolvidable. El llamado de las sirenas. Solamente verlos, tan cincuentones como mi papá, tan facilmente rompibles como el cristal. Apuntes y estudio colgados en un desván, nada de que arrepentirse. La atmósfera de un triángulo amoroso bizarro, y ese amor que nos separará. Una ceremonia neworderesca. Verdadera fe. Heaven knows it's got to be this time. Buenas noches.

jueves, noviembre 16, 2006

Sobre plazas y tropezones

"Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas se nos da en fugaces y frágiles momentos, y el arte es una manera de eternizar (de querer eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos somos frustrados de alguna manera, y si triunfamos en algo fracasamos en otra cosa, por ser la frustración el inevitable destino de todo ser que ha nacido para morir; y porque todos estamos solos o terminamos solos algún día: los amantes sin el amado, el padre sin sus hijos o los hijos sin sus padres, y el revolucionario puro ante la triste materialización de aquellos ideales que años atrás defendió con su sufrimiento en medio de atroces torturas; y porque toda la vida es un perpetuo desencuentro, y alguien que encontramos en nuestro camino no lo queremos cuando él nos quiere, o lo queremos cuando ya él no nos quiere, o después de muerto, cuando nuestro amor es ya inútil; y porque nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día, y nuestra casa de infancia ya no es más la que escondió nuestros tesoros y secretos, y el padre se muere sin habernos comunicado palabras tal vez fundamentales, y cuando lo entendemos ya no está más entre nosotros y no podemos curar sus antiguas tristezas y los viejos desencuentros; y porque el pueblo se ha transformado, y la escuela donde aprendimos a leer ya no tiene aquellas láminas que nos hacían soñar, y los circos han sido desplazados por la televisión, y no hay organitos, y la plaza de la infancia es ridículamente pequeña cuando la volvemos a encontrar".
Ernesto Sábato, Abaddón, el exterminador.

A esa placita nefasta donde me lastimé más que una rodilla, más de una vez. Buenas tardes.

jueves, noviembre 02, 2006

Viento, dile a la lluvia...

Salía del práctico de Epistemología, creo que eran las nueve menos cinco. Noche. Nochecita. Lloviznaba apenas, ni siquiera una garúa. Los chicos se iban a tomar unas cervezas. El desgaste pudo más, y rechacé la oferta. Volvía a casa por Uriburu, que es casi tan oscura como Azcuénaga, pero tiene muchas más cosas en los cien metros hasta Santa Fé. Volvía contenta. Había cumplido con todo lo que había planeado hacer en el día. Acompañaban unas gotas suaves sobre mi cabeza. Llegando a mitad de cuadra, vi una parejita bajo un paraguas negro. Se estaban besando en forma y contenido. Así, como cuando no podés esperar llegar a la esquina, al semáforo, y sorprendés al otro en la mitad del trayecto. Cuando no hay más razones para detenerse que las ganas incontenibles, el mismísimo beso. La escena celuloidea más melosa, esa que en el cine desechás por recurso barato, pero cuando la tenés enfrente, te quedás mirando. Y me quedé. Y dije "puta madre". Hacía media hora había estado viendo a Lacan y su teoría del Otro. "El deseo, es el deseo del otro". Puta madre. Pasé por al lado de los tórtolos, sin poder dejar de mirarlos. Reconocí en él, al instante, unas facciones familiares. Me detuve, mientras ellos seguían perdidos en el beso, y... ¡zás! Se trataba de N.K., aquel profesor de Filosofía que alguna vez creímos desaparecido y luego nos conquistó como por asalto. Ese del que me enamoré un poquito, como siempre pasa con los profesores. No lo imaginaba así a Nestor cuando hablaba de Gramsci, Hegel, Marx. No lo imaginaba tan adolescente, tan enamorado. A veces, las ideas, parecen estar tan lejos de la carne. Seguí caminando. Me di vuelta cuando llegué a la esquina, pero ya los había perdido de vista. Dejó de lloviznar un poco, seguro que cerraron el paraguas. Caminé a casa pensando en toda esa gente que nunca logra abrirlo. Buenas noches.