viernes, agosto 18, 2006

Piantao, piantao, piantao

Jueves de guiños. Cursando a la mañana y a la tarde/noche. Cruces en los pasillos con esa gente que hace años no veía. Lindo comienzo, aunque el cansancio de los primeros días haya jugado en contra, y al despiste y cuelgue habitual se le sume el estrés de planificar lo impredecible. Esa persona que siempre esperé volver a saludar, la que procuré encontrarme en alguna otra vida, se me pasó como poste de luz entre la masa de estudiantes ajetreados. Es una cuestión de segundos. Está ahí, podés acercarte, pero decidilo rápido, antes de que la marea humana te arrastre. Dudarlo, es perder la oportunidad. Ahogarse nuevamente en las ínfimas posibilidades de volver a verlo. Debo ser de las pocas personas que se enamoraron mientras se lavaban los dientes. La combinación más cotidiana y extraordinaria. Pero dudé, y allá se fue la espuma de Colgate, a soñar con nuevos encuentros. Igual, seguí contenta, perdiendo la cabeza a cada segundo. La vuelta a casa, por mi Pueyrredón nocturna y fría, me deparaba el mejor de los cierres para un día de choques meteóricos. Entre los piropeadores de turno, que por poco te aceitan las orejas mientras te susurran en la nuca, se filtró algún que otro chiflido. Me llamó la atención uno de los chiflidos, que parecía acompañarme en el trayecto. Fiel a mi indiferencia característica, seguí caminando como si nada, hasta que lo vi. Sí. Él. Lo habré visto un par de veces por el barrio, con su melena andrajosa, sin camisa, a cuerpo abierto, y tan sucio que la barba conformaba una materia indisociable del resto de la cara. Ayer, parecería ser que el frío lo obligó a transitar emponchado y me quedé sin apreciar sus impúdicos pectorales. El linyera de exhibición pasa por al lado mío y me echa una mirada picarona. Me guiña el ojo, sonríe y sigue caminando. Tan seguro está de su levante que, cada tres pasos, se da vuelta y me mira. Sin poder creer la conquista amorosa que el señor se adjudica, y de la cual soy presa indiscutida, me empiezo a reír sola. Más contenta que antes, sí. Y en mis auriculares suena "Tout doucement" de Vincent Delerm y Keren Ann. Es así. Un guiño très doux de esta particular vida mía. Buenos días.

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