miércoles, marzo 10, 2010

Not under my skin

La vida que se pierde
a cada minuto está
en el desagüe de la bañadera.
Un cúmulo de pelos
células muertas
en una cuestión de segundos
todo se regenera
sos el mismo
pero tan nuevo
tan distinto
un cuerpo sin memoria
listo para ser barrido
por la primera ducha de la mañana.


Hace un largo tiempo, leí en una revista que, con el primer baño de la mañana (¿o era, acaso, con todos los baños?), dejábamos atrás la capa exterior de células que nos había acompañado hasta el momento.
De esta manera, podríamos afirmar que la caricia o el beso recibido el día anterior -si suave- no guarda registro en nuestra piel al día siguiente. Es un completo desconocido. Mi bien amado Frank S. diría que, en lugar de que las cosas estén a flor de piel, lo mejor sería llevarlas bajo la misma. Tenerlas bajo la misma. Convengamos, entonces, que aquello que se encuentra apenas por encima de nuestra piel, nos abandona en el primer lavado, se desvanece. "Polvo eres...".
Siendo lo que se porta sobre el exterior de la epidermis, el grueso de las veces, doloroso e incómodo, a nadie le gustaría ir dejando rastros de eso que está a-flor-de-piel por donde quiera que vaya, tal como suele ocurrir al pelarnos tras una gran quemadura solar. Mas, si se tratase, acaso, de algo feliz, nadie quisiera perderlo luego de una ducha o exfoliación estética.
Llegado el momento, se optaría por encontrar la forma de trasladar lo que se lleva sobre las capas superficiales a las capas más profundas y resguardarlo de los efectos adversos de la limpieza. Grato sería esto de remitirse a los recuerdos felices, pero, extremadamente inconveniente, en el caso de los dolorosos.
Es entonces que me pregunto cuál sería la maldita fórmula de Frank para resolver el problema, cuando todo lo que llevamos bajo la piel nos paraliza y, lo que no queremos dejar ir, en una caricia de agua, se nos escapa.