lunes, febrero 09, 2009

Noviembre primero

Donde esté, donde me tenga.

En la cama, como solíamos. Era tarde. Tarde para estar en la cama, todavía. Y había sido ayer, que Michael Stipe hablaba de cómo todos nos lastimamos. A veces. Sobre los hombros de quien me infligiera una de las penas más profundas de mi exigua existencia, veía el conjunto de luces bailando bajo mis narices. Allí estaba, por encima de todos los feligreses. Ofrecida. Como en una misa del Harlem, el pelado era una suerte de líder gospelliano destinado a exorcizar el fantasma del dolor. Extirparlo para siempre de mi cuerpo, recordándome que este no era condición de unicidad; y yo, tan sólo una más de todos aquellos que duelen, a veces.

Con el correr de los días, la angustia se volvió esporádica. Subrepticia, me acosaba en momentos puntuales. Llegué a creer que el hechizo de Mike no había surtido efecto. Tardé un largo tiempo en comprender que todo duele, cuando no estás.

Buenas trasnoches.