miércoles, diciembre 27, 2006

Nueva Fiesta Inolvidable - Parte 1

María "de-los" Milagros escuchó truenos. Muchos truenos. Y goteó sobre la chimeneita del termotanque. Qué fea, pero qué fea era la lluvia sin Ramiro. Hacía frío, y estaba lejos de casa. Revolvió el café. Cuando lo probó, notó que sabía feo. Revisó el frasco de Dolca suave. Para su sorpresa, el café no era café sino restos de Rica-rica, el yuyo afrodisíaco originario de la puna, aquel que Ramiro sirvió en la noche de bodas. Soltó el frasco, dejándolo caer sobre el montón de ropa sucia que tenía a sus pies. Morrales, sweaters de llama, alpaca. Sabía que no los volvería a usar. Tampoco la Rica-rica. El sildenafil es más occidental, más rápido, más certero. Extrañaba la precariedad del amor aborigen, la estirpe incaica, el perfil aguileño de Ramiro. Pero qué. Nada es para siempre. Y cuando el amor te dice que le falta valor, es hora de terminar. Lastimar sin querer, abandonar sin querer, no saber cuidar del amor. Fabiana Cantilo repetía las estrofas una y otra vez. María "de-los" tomaba entre sus manos los títeres de dedo que había comprado pensando en los niños que criarían juntos. Colocó en su dedo índice uno que simulaba ser la princesa Fionna de Shrek. El títere era tan feo. Rompió en llanto, y secó sus lágrimas con la princesa. La verdad que el títere era feo, pero sabía que de permanecer un día más en la ciudad, criaría niños pro-Mattel, que jamás sabrían apreciar la verdadera belleza que se esconde tras los títeres made in Jujuy. Era hora de partir hacia otras latitudes. María tomó el mapamundi que heredó de su bisabuelo -aquel que, según la leyenda, se llevo de prepo al ser expulsado del Jockey Club-, lo hizo girar, y colocó su dedo en algún horizonte lejano. ¿Nueva Zelanda? “No, eso es para jóvenes pequeño burgueses en busca de aventuras rentadas”, pensó. Quizás sería mejor opción el turismo interno. Tomó entonces un mapa con división política, numero tres, Rivadavia, de la gloriosa República Argentina. Hizo ta-te-ti entre las veintitrés provincias. El dedo, guiado tal vez por el corazón, la hizo caer en Jujuy. No, sería demasiado doloroso. Decidió evitar entonces a Tucumán, Salta y Jujuy entre los posibles destinos, y empezó el conteo nuevamente. Ta-te-ti, suerte-pa-ra-ti, si-no-se-rá-pa-ra-ti-se-rá-pa-ra-mí, ta-te-ti, cho-co-la-te-con-ma-ní, pa-ja-ri-to-ha-cien-do-pís, ta-te-ti. Provincia de... San Juan. Ufa. Aburrido. Suena a Sarmiento, civilizadísimo iluminista mata-gauchos. Qué tedio. María "de-los" repensó el método siempre prometedor del ta-te-ti. A otra cosa. Levantó el teléfono y llamó a su agencia de viajes de cabecera. De la agencia le confirmaron que quedaban sólo dos lugares disponibles a París. Siempre quiso conocer París, sentarse frente al Sena, jugar a ser Julie Delpy en “Antes del Atardecer”. Pero París sin amor era como Notredame sin el Jorobado. Insulsa. Preguntó entonces por los vuelos a San Juan. Su interlocutor se echó a reir y le dijo que mejor consulte con su psicoanalista. María colgó. Viajaría sobre ruedas. Salió de su casa con el trench de Burberry’s sobre el pijama y tomó el primer taxi que pudo conseguir bajo semejante tormenta. Sin escalas, a Retiro. El primer pasaje del cinco de enero a San Juan, sería suyo.
Al día siguiente, pasaje en mano, improvisó una mochila equipada con lo poco que encontró en aquel departamento de soltera y se dispuso a emprender la nueva odisea. Durante el viaje tuvo tiempo para recordar lo sucedido en los últimos meses. La desaparición de Ramiro en el Titi-Caca. Aquella escena tan parecida a Leonardo Di Caprio semi-freezado, abandonando el pedacito de madera que lo mantenía a flote, post hundimiento del Titanic. Algo así, pero sin frases trilladas. Algo así como el amor de su vida diciéndole que, al fin y al cabo, sus almas no pertenecían la una a la otra en este mundo sino en el que vendrá. En ese momento, María decidía ahogarse también. Fueron rescatados unos segundos después. Vueltos a la vida de puro milagro, reflexionaron sobre los obstáculos que habían debido sobrellevar desde el día en que se conocieron. Ramiro, agotado, fue el primero en tirar la toalla. Quería una vida tranquila, sin preocupaciones. Quería andar su propio camino, el camino del hombre libre, el camino del Inca. María "de-los" desconocía al hombre que tenía enfrente. Ese ser de la dulzura sobrehumana, del coraje, de la insurrección eterna por la que había dado la espalda a su familia entera, ahora se le aparecía como un “hombre sin-huevos”. Envuelta en rollos de papel tisú, sin siquiera despedirse, se separó del "sin-huevos". Lloró por días y días. Lloró en familia, entre los brazos de sus padres, fervientes enemigos del colla autosuficiente. Pero María "de-los" aún amaba a aquel hombre, y no podía tolerar el montón de injurias que salía de la boca de sus progenitores. De allí que fuera a buscar consuelo en los brazos de Ernesto, antiguo amigo suyo, responsable de su primer acercamiento a Ramiro. Ernesto resultó ser un gran sostén, pero la profundidad del vínculo mezcló las cosas. La amistad se vio corroída por una incipiente pasión. Y el lazo fue irrecuperable. Reflotar un par de almas solitarias, bautizadas por el desengaño y el desamor, terminó siendo un mal negocio. El amor después del amor, tal vez no se parecía tanto a un rayo de sol, y María y Ernesto se distanciaron por el bien de los gratos momentos compartidos. Ella decidió tomar unas pequeñas vacaciones en la playa. Arena y sol. Dicen que el mar modera las temperaturas. Quizás también los temperamentos. Conoció a un hombre particular, que gustaba de usar camisolas hindúes y pintarse un tercer ojo en el entrecejo. Más tarde se enteraría que aquel personaje devenido en Gurú era un prófugo de la justicia, acusado de actuar como enlace con el cartel de Medellín, y de haber estafado a miles de fieles oficiando milagros con drogas de procedencia dudosa. Se presentó ante María como el heredero indiscutible de las lecciones de Mahatma Gandhi y Muhammad Alí. Durante aquellos días, sus palabras devolvieron la esperanza al corazón de la muchacha. Y sus caricias sanadoras le recordaron que aún era una mujer joven y llena de vida. Se enamoró un poco, como todos se enamoran de sus maestros. Ramiro le había enseñado a amar, el maestro le enseñó a animarse. Animarse a más. Pero las lecciones fueron interrumpidas por la partida abrupta del gurú al Uruguay. El desconcierto de María "de-los" la llevó a creer que todos los hombres la abandonarían tarde o temprano. Aún así, atesoraría las frases de su maestro en los tiempos venideros, como un oasis en el desierto. Volvió a la ciudad y lloró unos días más. El maestro y Ernesto eran solamente vicios del camino. La verdadera cruz era Ramiro. El vacío más profundo. Ese que no logró llenar ni siquiera con el banquete navideño. Ese que ahora intentaba dejar atrás mientras divisaba las primeras luces de la ciudad de San Juan.


Continuará ...
Buenas trasnoches.

viernes, diciembre 22, 2006

Un couple parfait

El tren. Ella sube, él le alcanza la valija. Ella baja. Vuelve al andén para despedirse. Silencio prolongado. Casi ni se miran. Quince años juntos y esto. Ella partirá a Bordeaux, y él volverá solo a Lisboa. El principio del fin. El guardia hace señas a otros pasajeros que corren hacia el tren. Ya están por salir. Marie y Nicolas siguen frente a frente, sin pronunciar palabra. Por un rato largo. A veces, parecen querer decir algo. Pero el silencio es la opción inevitable. El tren comienza a andar. Ellos prácticamente inmóviles, bajan sus cabezas. Algunos corren, deseperados por subir, trepándose al vagón. De pié frente a Nicolás, Marie se quedó. Él acerca su cabeza, apoyando su frente contra la de ella, sosteniéndola. Pantalla en negro. Risas cómplices y suaves. Fin. Linda peli para un jueves pre-fiestas, pre-verano, pre-todo. Buenos días.

martes, diciembre 19, 2006

J. Hernández

Miró y sabía de quién se trataba, sabía de quién se trataba. Avancé un poco en su campo visual. Sabía de quién se trataba. Cuatro días atrás, no. Hoy supo. El aparecido supo. Buscó cada pedacito de ventanilla, entre hombros y cabezas. Supo todo. Y de repente, ante la insistencia de su mirada, todos los pasajeros intentaban reconocer. El vagón no esperó a que ambos levantáramos la mano, el gesto, el saludo. Yo también te vi. Qué pena. Un gusto. Buenas noches.

domingo, diciembre 03, 2006

And here's to you Mrs Robinson

De fondo sonaban los Pet Shop, o The Smiths, o no sé. Tenía diecinueve o dieciocho. Recientemente graduado del CBC. Lo miré de coté. Nene, ya estoy grande para vos. Eso pensé. Dos segundos de conversación, el nene de look Fito me impresionó. Mucho, bien. Y qué se yo. Buenas noches.